OPINIÓN | Mientras prácticamente todo el mundo del fútbol se lleva las manos a la cabeza con el proyecto de la SuperLiga, en la UD tenemos nuestro pan de cada día. Nos habíamos malacostumbrado a disfrutar de un tiempo sin apenas polémicas ni disputas. El debate estaba en el terreno de juego: ¿es Pepe Mel el técnico adecuado para el proyecto deportivo? ¿Se puede aspirar al ascenso directo con Jesé y Viera? ¿Cómo se puede mejorar el equipo a nivel defensivo? Sin embargo, Las Palmas (o más bien quiénes la dirigen) ha vuelto a las andadas.
La resolución del caso Tana vuelve a ser un ejemplo de lo que no hay que hacer en un equipo de fútbol profesional. No entraremos en las pretensiones del jugador. Aquí cada uno barre para su casa y el futbolista tiene el derecho de reclamar el dinero que crea oportuno. Lo que sí es inconcebible es que en apenas unos meses se haya pasado de un despido supuestamente procedente (con informes de detectives privados incluidos) a abonar medio millón de euros al despedido.
Los argumentos que dio la UD aquel 2 de septiembre parecían convincentes. El futbolista había incumplido el régimen interno del club, en su contrato había cláusulas de conducta y se había demostrado que Tana había hecho un gran daño a la imagen del equipo en plena pandemia. Podemos discutir si es ético y moral contratar detectives privados para controlar las actividades de un futbolista. Pero los hechos son incuestionables. Podríamos incluso decir que la UD tenía argumentos de sobra para rescindir el contrato de Tana sin abonarle un solo euro. ¿Cómo entonces hemos pasado a pagar 500.000 euros? ¿Qué nos hemos perdido?
Miguel Ángel Ramírez aprovecha cada rueda de prensa para recalcar que «la UD es sentimiento y pasión, pero también es una empresa». ¿Cuántas empresas pagan medio millón de euros a un ex trabajador tras un despido supuestamente procedente? Los motivos siguen sin estar claros. En el comunicado sacamos frases como «el objetivo era no ir a juicio con un jugador que ha vestido el amarillo», o «el ánimo era el de encontrar una solución satisfactoria para ambas partes». ¿De qué solución satisfactoria estamos hablando? Se ha pasado de no pagar a nada a abonar medio millón de euros cuando el club supuestamente tenía todas las de ganar. ¿No se quería llevar al futbolista a juicio? ¿Quiere la UD «quedarse con lo bueno que ha dado Tana»?
Pongamos las cosas claras. Tana ha dado más de una tarde de gloria a la UD, tanto en Segunda como en Primera División. Al aficionado se le viene a la cabeza los golazos que marcó al Real Madrid en la era Setién. Eso es innegable. Lo que también es innegable es que el jugador ha hecho un daño terrible a la imagen del equipo que le ha dado todo. Ha cometido cinco faltas disciplinarias graves (según ha reconocido el propio Ramírez) , ha incumplido las normativas sanitarias en plena pandemia mundial y teniendo pruebas en su contra, ha exigido al «club de su vida» dos millones de euros (que repito, está en todo su derecho como trabajador). Ha tachado al club de «hipócrita» tras su despido y el fichaje de Jesé. Todo ello mientras su nivel deportivo ha bajado considerablemente. Y aún así se verá recompensado con medio millón de euros.
Muchos aficionados de la UD se mostraban escépticos sobre qué uso se le daría a los millones que está recibiendo el equipo por las cláusulas de Pedri. ¿Se usarán para mejorar al equipo y crear un proyecto deportivo ambicioso? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Ramírez ha recalcado una y otra vez que el fútbol está en un estado financiero crítico. Que son tiempos difíciles. Que el club está haciendo esfuerzos presupuestarios. Que la política de fichajes es la que es por la situación actual. Pero, en el otro lado de la balanza se usa el dinero del club para esto. Entonces, o bien no se trataba de un despido procedente (en cuyo caso el club mintió) o se está despilfarrando el dinero en plena crisis financiera (en cuyo el caso el club no está siendo coherente con sus palabras).
Muchos dirán que el culpable de esta situación es Ramírez. Otros afirmarán que se trata de Tana. Quizás nunca se aclare. Lo que sí sabemos es que los perjudicados son los mismos. Nuevamente, la imagen la una entidad queda manchada. Otra vez, de vuelta a las andadas.